El desarrollo de software es complejo, es usualmente no viable conseguir un 100% de confiabilidad en un programa por más pequeño que sea. Existe una gran combinación de factores que imposibilitan realizar una verificación minuciosa de todas las posibles situaciones de ejecución que se pueden presentar. Poniendo como ejemplo la creación de un sistema operativo, esto es una tarea que requiere proyecto, gestión, numerosos recursos y todo un equipo disciplinado de trabajo.
Un desarrollo de software es imperceptible y por lo general muy abstracto, esto pone trabas en la definición del producto y sus requisitos, más que nada cuando no se tiene precedentes definidos de un desarrollo de software similar. Esta situación va hacer que los requisitos sean difíciles de consolidar con anterioridad. Es por esto que ahora los cambios en los requisitos son inevitables, no sólo después de entregado el producto sino también durante el proceso de desarrollo.
Sea cual fuere el proceso utilizado y aplicado al desarrollo del software, casi siempre libremente de este proceso, se debe aplicar un modelo de ciclo de vida. Según varias fuentes consultadas se estima que, del total de proyectos software grandes emprendidos, un 28% fracasan, un 46% caen en severas modificaciones que lo retrasan y un 26% son totalmente exitosos.
Cuando un proyecto de desarrollo de software “fracasa” (28% estadísticamente), muy rara vez es causado por fallas técnicas, principalmente el origen de los fallos y fracasos es la falta de aplicación de una buena metodología o procesos de desarrollo. Una fuerte tendencia, desde hace pocos años, es mejorar las metodologías y procesos, o crear nuevas e incentivar a los profesionales de la informática en su aplicación adecuada,
normalmente utilizan sus conocimientos especializados con modelos, paradigmas y procesos obsoletos que ya fueron diseñados.
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